M/Sc
Oliver Zambrano Alemán
El territorio balcánico fue poblado
desde la antigüedad, e históricamente se ha reconocido a los Ilirios como los
habitantes originales de la región, que con el paso del tiempo, vio la llegada
de distintos pueblos Indoeuropeos y de potencias como romanos, griegos, bizantinos,
otomanos, rusos, venecianos, franceses, austríacos y húngaros, quienes se
fueron turnando para ejercer el control de la zona, variando la cantidad de
territorios en la medida en que su poderío militar se incrementaba o menguaba.
La división del imperio romano en
el 395 marcó la pauta en su devenir, pues los Balcanes pasaron a ser el punto
fronterizo entre los dominios de Roma y los de Bizancio, dando pie al
fortalecimiento de algunos pueblos como los croatas y los serbios, quienes
durante la Edad Media fueron asentándose sin mayores problemas, siendo el hito
más emblemático el Reino de Serbia, que data del siglo X e incluía partes de Bosnia
y el norte de Macedonia.
A partir del siglo XIV los
otomanos fueron consolidándose en los Balcanes, la batalla de Kosovo Polje (1389)
y la posterior caída de Constantinopla (1453) fueron dos acontecimientos que
cambiaron el balance de poder, la superioridad militar de los ejércitos del
Sultán modificó las relaciones políticas, comerciales, religiosas y sociales,
acabando definitivamente con los bizantinos y dejando a húngaros y serbios en
un segundo plano, lo que abrió las puertas a la injerencia rusa so pretexto de resguardar a la población
cristiana ortodoxa de los Balcanes.
Lucha
dinástica y nacionalismo serbio
A lo largo del siglo XIX, las
dinastías Obrenović y Karađorđević se disputaron la supremacía en Serbia, y
aunque ambas casas reales coincidían en sus intenciones de luchar contra la
dominación otomana y en las añoranzas por el reino medieval serbio, diferían en
la forma de llegar a ello, pues mientras los primeros daban prioridad a las
relaciones con Austria y Hungría, los últimos preferían la autonomía total o,
en su defecto, la tutoría rusa.
En 1844, gobernaban los
Karađorđević y fue cuando Ilija Garašanin,[1]
quien para entonces fungía como Ministro del Interior, publicó Nacertanije, un texto que puede ser
considerado como el primer programa político y nacionalista panserbio de la
historia, pues en él, plantea la necesidad de un estado serbio independiente y
sólido, que se expandiese hacia todos aquellos territorios donde habitasen los serbios
con el propósito de abarcarlos a todos dentro de la misma entidad. La visión de
Garašanin implicaba dominar los actuales territorios de Croacia, Bosnia y
Herzegovina, Macedonia, el norte de Albania, y conquistar Kosovo y Voivodina,
que por aquel entonces pertenecían al imperio otomano y a Hungría
respectivamente.
Todo esto se explicaba de la siguiente
manera: en el caso de Croacia porque Garašanin, al igual que muchos otros en su
época, consideraba a los croatas como serbios católicos, mientras que Bosnia y
Herzegovina era un territorio habitado por serbios y croatas, cuya única
diferencia era la religión (cristianos ortodoxos, católicos o musulmanes).[2]
En lo que respecta a Macedonia y Voivodina, eran reivindicaciones territoriales
hechas por Belgrado, que consideraba estos espacios como zonas de expansión
natural y que desde hacía bastante tiempo se disputaban con los búlgaros y los
húngaros. Finalmente los casos de Kosovo y el norte de Albania representaban un
punto de honor para la dirigencia
serbia, pues en el primero de estos territorios surgió la nación, mientras que
el último constituye la necesaria salida al mar que se requería si no se
conquistaba Croacia.
Desde el punto de vista
internacional, la expansión del Estado serbio pretendía acabar con la
dominación imperial en los Balcanes, pues además de deshacerse del gobierno
otomano, quería evitarse la injerencia austríaca, húngara o el protectorado
ruso, dejando en manos de Belgrado cualquier asunto del centro y el occidente
balcánico.
Las ideas de Garašanin fueron
tomando cuerpo en 1903, dos décadas después de su muerte, ocurrida en 1874,
cuando un grupo de militares nacionalistas dieron un golpe de estado asesinando
al Rey Alejandro Obrenović y a su esposa Draga, generando un vacío que
aprovechó el parlamento para nombrar como sucesor a Pedro Karađorđević. Bajo su mandato, los
grupos nacionalistas más radicales encontraron asidero para enfrentarse al
dominio imperial, tomando las armas durante cuatro momentos claves previo al inicio de la Primera Guerra
Mundial, a saber: a) la crisis de Bosnia (1908-1909), cuando lucharon contra la
anexión austrohúngara de Bosnia; b) la primera guerra balcánica (1912-1913),
donde eran parte de la Liga Balcánica que se enfrentó y venció al imperio
otomano; c) la segunda guerra balcánica (1913), en la que con el apoyo de la
Liga Balcánica y el imperio otomano vencieron a Bulgaria y; d) el asesinato de
Francisco Fernando (1914), durante una visita oficial a Sarajevo el heredero de
la corona austrohúngara y su esposa, la Duquesa Sofía, fueron asesinados por
nacionalistas panserbios, siendo este el detonante de la Guerra Mundial.
Las
élites culturales y el nacionalismo croata
En el caso croata, la década de
los cuarenta del siglo XIX trajo consigo las ansias de unificación. Movimientos
culturales en Zagreb, Varaždin y Karlovac, utilizaron las salas de lectura, la
revista Matica Ilirska[3]
e instituciones como el teatro, las academias, los museos y los archivos para
difundir ideas en torno a la necesidad
de integrar a toda la nación y consolidarla por medio de símbolos patrios, bailes,
artes, política, un idioma estandarizado y otros tantos elementos. Las ideas
fueron calando poco a poco en la población, sobre todo cuando no lograron ponerse de acuerdo con los
magiares con respecto a los derechos nacionales dentro del imperio austríaco,
generándose una guerra propagandística que trajo como consecuencia fuertes
sentimientos anti húngaros.
Durante la época de las
revoluciones, los croatas apoyaron a la corona austríaca para derrotar el
alzamiento húngaro, pero tras no cumplirse las promesas de la dirigencia
vienesa con respecto al estatus croata dentro del imperio el descontento de los
eslavos se hizo notar y durante las décadas posteriores hombres como Ante
Starčević,[4]
Josip Jelačić,[5]
Ljudevit Gaj[6] y Josip
Juraj Strossmayer[7]
fortalecieron la idea independentista y, en el caso del obispo, la unión entre
los eslavos del sur (búlgaros, serbios, croatas y eslovenos).
Durante la segunda mitad del
siglo XIX la élite croata se convencía cada vez más que el rumbo de la nación
distaba de Viena o Budapest, por ende, se hacía fundamental la independencia o,
en su defecto, la unión con los eslavos del sur, quienes en teoría tenían los
mismos intereses. Previo a la creación de la monarquía dual conocida como el imperio
austrohúngaro (1867) el Ban[8]
Josip Jelačić logró unificar todos los territorios croatas, pero con el
reconocimiento de Hungría como una entidad autónoma del imperio, los croatas
fueron separados nuevamente entre las dos unidades administrativas, Dalmacia e
Istria bajo dominio austríaco, mientras que Zagorje y Eslavonia rendían cuenta
a los húngaros.
Durante las últimas dos décadas
del siglo XIX, los croatas fueron sometidos a un proceso de magiarización
bastante agresivo, reforzando las posturas antagónicas entre ambas naciones,
dándole piso político a Stjepan Radić,[9]
quien desde entonces se hizo visible y poco a poco fue tomando el testigo de
sus antecesores enarbolando la bandera del nacionalismo croata con un fuerte
énfasis en la reivindicación de las tierras, lo que le valió el apoyo de la
población en una época en la que más del 70% vivía de la agricultura.
Ya en el siglo XX, los croatas
mantuvieron sus exigencias en pro de la igualdad nacional y si bien no participaron
de las guerras balcánicas, durante el lustro que inicia con la Crisis de Bosnia
(1908 – 1913), las acciones anti húngaras se radicalizaron (protestas contra
las autoridades de Budapest, exigiendo mayor autonomía política y económica
para los croatas, quema de banderas magiares, entre otras), debilitando políticamente
la autoridad imperial dentro de sus propios límites. Todo esto permitió que,
una vez derrotado el imperio se diese la creación del Reino de los serbios
croatas y eslovenos (1 de diciembre de 1918), materializando una de las ideas
más discutidas por la población eslava durante la segunda mitad del siglo XIX.
FUENTES
·
Gueshoff, I. E. The Balkan League. London 1915
·
Manetovic, Edislav “Ilija
Garasanin: Nacertanije and Nationalism” en The
Historical Review / La Revue Historique Institute for Neohellenic Research
Volume III (2006), pp 137 – 173.
·
Mijatovich, Chedoville. A Royal Tragedy, DDOD Mead & Co, New
York, 1907.
·
Rose, John Holland, The origins of the war, 1871-1914. New
York, London, G. P. Putnam's sons, 1915.
·
Treaty between Great
Britain, Germany, Austria, France, Italy, Russia, and Turkey for the Settlement
of Affairs in the East: Signed at Berlin, July 13, 1878.
[1] Político y militar
(1822-1874) considerado el mayor ideólogo del nacionalismo panserbio.
[2] La nacionalidad bosníaca
fue reconocida durante la dictadura del Mariscal Tito en la segunda mitad del
siglo XX.
[3] Creada en 1862 con ese
nombre, en 1874 pasó a llamarse Matica
Hrvatska y es hoy en día la revista más longeva en los Balcanes.
[4] Político y escritor (1823
– 1896) que planteó los ideales para una Croacia independiente.
[5] Político y militar (1801 –
1859) que logró la unificación de los territorios croatas.
[6] Político, escritor,
lingüista y periodista (1809-1872) que reivindicó la lengua croata como base
nacional.
[7] Obispo (1815 – 1905)
impulsor de las ideas yugoslavas y fundador de la Universidad de Zagreb.
[8] Título nobiliario (virrey)
que se utilizó en los Balcanes hasta el fin de la primera guerra mundial.
[9]
Político
(1871 – 1928) fundador del Partido de los Campesinos Croatas.
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