sábado, 3 de enero de 2015

Los nacionalismos serbio y croata como elementos fundamentales para el estallido de la Primera Guerra Mundial

M/Sc Oliver Zambrano Alemán

El territorio balcánico fue poblado desde la antigüedad, e históricamente se ha reconocido a los Ilirios como los habitantes originales de la región, que con el paso del tiempo, vio la llegada de distintos pueblos Indoeuropeos y de potencias como romanos, griegos, bizantinos, otomanos, rusos, venecianos, franceses, austríacos y húngaros, quienes se fueron turnando para ejercer el control de la zona, variando la cantidad de territorios en la medida en que su poderío militar se incrementaba o menguaba.

La división del imperio romano en el 395 marcó la pauta en su devenir, pues los Balcanes pasaron a ser el punto fronterizo entre los dominios de Roma y los de Bizancio, dando pie al fortalecimiento de algunos pueblos como los croatas y los serbios, quienes durante la Edad Media fueron asentándose sin mayores problemas, siendo el hito más emblemático el Reino de Serbia, que data del siglo X e incluía partes de Bosnia y el norte de Macedonia.

A partir del siglo XIV los otomanos fueron consolidándose en los Balcanes, la batalla de Kosovo Polje (1389) y la posterior caída de Constantinopla (1453) fueron dos acontecimientos que cambiaron el balance de poder, la superioridad militar de los ejércitos del Sultán modificó las relaciones políticas, comerciales, religiosas y sociales, acabando definitivamente con los bizantinos y dejando a húngaros y serbios en un segundo plano, lo que abrió las puertas a la injerencia rusa so pretexto de resguardar a la población cristiana ortodoxa de los Balcanes.

Lucha dinástica y nacionalismo serbio
A lo largo del siglo XIX, las dinastías Obrenović y Karađorđević se disputaron la supremacía en Serbia, y aunque ambas casas reales coincidían en sus intenciones de luchar contra la dominación otomana y en las añoranzas por el reino medieval serbio, diferían en la forma de llegar a ello, pues mientras los primeros daban prioridad a las relaciones con Austria y Hungría, los últimos preferían la autonomía total o, en su defecto, la tutoría rusa.

En 1844, gobernaban los Karađorđević y fue cuando Ilija Garašanin,[1] quien para entonces fungía como Ministro del Interior, publicó Nacertanije, un texto que puede ser considerado como el primer programa político y nacionalista panserbio de la historia, pues en él, plantea la necesidad de un estado serbio independiente y sólido, que se expandiese hacia todos aquellos territorios donde habitasen los serbios con el propósito de abarcarlos a todos dentro de la misma entidad. La visión de Garašanin implicaba dominar los actuales territorios de Croacia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, el norte de Albania, y conquistar Kosovo y Voivodina, que por aquel entonces pertenecían al imperio otomano y a Hungría respectivamente.

Todo esto se explicaba de la siguiente manera: en el caso de Croacia porque Garašanin, al igual que muchos otros en su época, consideraba a los croatas como serbios católicos, mientras que Bosnia y Herzegovina era un territorio habitado por serbios y croatas, cuya única diferencia era la religión (cristianos ortodoxos, católicos o musulmanes).[2] En lo que respecta a Macedonia y Voivodina, eran reivindicaciones territoriales hechas por Belgrado, que consideraba estos espacios como zonas de expansión natural y que desde hacía bastante tiempo se disputaban con los búlgaros y los húngaros. Finalmente los casos de Kosovo y el norte de Albania representaban un punto de honor para  la dirigencia serbia, pues en el primero de estos territorios surgió la nación, mientras que el último constituye la necesaria salida al mar que se requería si no se conquistaba Croacia.

Desde el punto de vista internacional, la expansión del Estado serbio pretendía acabar con la dominación imperial en los Balcanes, pues además de deshacerse del gobierno otomano, quería evitarse la injerencia austríaca, húngara o el protectorado ruso, dejando en manos de Belgrado cualquier asunto del centro y el occidente balcánico.

Las ideas de Garašanin fueron tomando cuerpo en 1903, dos décadas después de su muerte, ocurrida en 1874, cuando un grupo de militares nacionalistas dieron un golpe de estado asesinando al Rey Alejandro Obrenović y a su esposa Draga, generando un vacío que aprovechó el parlamento para nombrar como sucesor a  Pedro Karađorđević. Bajo su mandato, los grupos nacionalistas más radicales encontraron asidero para enfrentarse al dominio imperial, tomando las armas durante cuatro momentos claves  previo al inicio de la Primera Guerra Mundial, a saber: a) la crisis de Bosnia (1908-1909), cuando lucharon contra la anexión austrohúngara de Bosnia; b) la primera guerra balcánica (1912-1913), donde eran parte de la Liga Balcánica que se enfrentó y venció al imperio otomano; c) la segunda guerra balcánica (1913), en la que con el apoyo de la Liga Balcánica y el imperio otomano vencieron a Bulgaria y; d) el asesinato de Francisco Fernando (1914), durante una visita oficial a Sarajevo el heredero de la corona austrohúngara y su esposa, la Duquesa Sofía, fueron asesinados por nacionalistas panserbios, siendo este el detonante de la Guerra Mundial.

Las élites culturales y el nacionalismo croata
En el caso croata, la década de los cuarenta del siglo XIX trajo consigo las ansias de unificación. Movimientos culturales en Zagreb, Varaždin y Karlovac, utilizaron las salas de lectura, la revista Matica Ilirska[3] e instituciones como el teatro, las academias, los museos y los archivos para difundir ideas en torno a la  necesidad de integrar a toda la nación y consolidarla por medio de símbolos patrios, bailes, artes, política, un idioma estandarizado y otros tantos elementos. Las ideas fueron calando poco a poco en la población, sobre todo cuando  no lograron ponerse de acuerdo con los magiares con respecto a los derechos nacionales dentro del imperio austríaco, generándose una guerra propagandística que trajo como consecuencia fuertes sentimientos anti húngaros.

Durante la época de las revoluciones, los croatas apoyaron a la corona austríaca para derrotar el alzamiento húngaro, pero tras no cumplirse las promesas de la dirigencia vienesa con respecto al estatus croata dentro del imperio el descontento de los eslavos se hizo notar y durante las décadas posteriores hombres como Ante Starčević,[4] Josip Jelačić,[5] Ljudevit Gaj[6] y Josip Juraj Strossmayer[7] fortalecieron la idea independentista y, en el caso del obispo, la unión entre los eslavos del sur (búlgaros, serbios, croatas y eslovenos).

Durante la segunda mitad del siglo XIX la élite croata se convencía cada vez más que el rumbo de la nación distaba de Viena o Budapest, por ende, se hacía fundamental la independencia o, en su defecto, la unión con los eslavos del sur, quienes en teoría tenían los mismos intereses. Previo a la creación de la monarquía dual conocida como el imperio austrohúngaro (1867) el Ban[8] Josip Jelačić logró unificar todos los territorios croatas, pero con el reconocimiento de Hungría como una entidad autónoma del imperio, los croatas fueron separados nuevamente entre las dos unidades administrativas, Dalmacia e Istria bajo dominio austríaco, mientras que Zagorje y Eslavonia rendían cuenta a los húngaros.

Durante las últimas dos décadas del siglo XIX, los croatas fueron sometidos a un proceso de magiarización bastante agresivo, reforzando las posturas antagónicas entre ambas naciones, dándole piso político a Stjepan Radić,[9] quien desde entonces se hizo visible y poco a poco fue tomando el testigo de sus antecesores enarbolando la bandera del nacionalismo croata con un fuerte énfasis en la reivindicación de las tierras, lo que le valió el apoyo de la población en una época en la que más del 70% vivía de la agricultura.

Ya en el siglo XX, los croatas mantuvieron sus exigencias en pro de la igualdad nacional y si bien no participaron de las guerras balcánicas, durante el lustro que inicia con la Crisis de Bosnia (1908 – 1913), las acciones anti húngaras se radicalizaron (protestas contra las autoridades de Budapest, exigiendo mayor autonomía política y económica para los croatas, quema de banderas magiares, entre otras), debilitando políticamente la autoridad imperial dentro de sus propios límites. Todo esto permitió que, una vez derrotado el imperio se diese la creación del Reino de los serbios croatas y eslovenos (1 de diciembre de 1918), materializando una de las ideas más discutidas por la población eslava durante la segunda mitad del siglo XIX.











FUENTES
·         Gueshoff, I. E. The Balkan League. London 1915
·         Manetovic, Edislav “Ilija Garasanin: Nacertanije and Nationalism” en The Historical Review / La Revue Historique Institute for Neohellenic Research Volume III (2006), pp 137 – 173.
·         Mijatovich, Chedoville. A Royal Tragedy, DDOD Mead & Co, New York, 1907.
·         Rose, John Holland, The origins of the war, 1871-1914. New York, London, G. P. Putnam's sons, 1915.
·         Treaty between Great Britain, Germany, Austria, France, Italy, Russia, and Turkey for the Settlement of Affairs in the East: Signed at Berlin, July 13, 1878.



[1] Político y militar (1822-1874) considerado el mayor ideólogo del nacionalismo panserbio.
[2] La nacionalidad bosníaca fue reconocida durante la dictadura del Mariscal Tito en la segunda mitad del siglo XX.
[3] Creada en 1862 con ese nombre, en 1874 pasó a llamarse Matica Hrvatska y es hoy en día la revista más longeva en los Balcanes.
[4] Político y escritor (1823 – 1896) que planteó los ideales para una Croacia independiente.
[5] Político y militar (1801 – 1859) que logró la unificación de los territorios croatas.
[6] Político, escritor, lingüista y periodista (1809-1872) que reivindicó la lengua croata como base nacional.
[7] Obispo (1815 – 1905) impulsor de las ideas yugoslavas y fundador de la Universidad de Zagreb.
[8] Título nobiliario (virrey) que se utilizó en los Balcanes hasta el fin de la primera guerra mundial.
[9] Político (1871 – 1928) fundador del Partido de los Campesinos Croatas.

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