sábado, 3 de enero de 2015

El Reparto Colonial de las Potencias Vencedoras de la “Gran Guerra” en el Medio Oriente: El Acuerdo Sykes-Picot (1916)

MSc Francisco Fraíz

Francia y Gran Bretaña, como potencias vencedoras de la I Guerra Mundial en 1918, protagonizaron disputas y conquistas en zonas fuera del continente europeo que les permitieron adueñarse de territorios en el occidente de Asia, concretamente la zona conocida el día de hoy como el “Medio Oriente” mediante un pacto firmado en 1916 entre representantes de los gobiernos de ambos países que redibujaron las fronteras de acuerdo a sus intereses geopolíticos en aquel momento, siendo Rusia testigo de la firma de un documento célebremente conocido como el Acuerdo Sykes-Picot[1]. En un momento en el que aún no se sabía el destino de las potencias contendientes en ese conflicto en la frontera de Alemania con Bélgica y Francia, atascados en largas batallas de trincheras y a pesar de no conocer el resultado definitivo de la conflagración, no impidió que Francia y Gran Bretaña expandieran su protagonismo en calidad de metrópoli en lo que proyectaron como sus zonas de influencia en los territorios que se encontraban ligados por lazos formales con el imperio turco-otomano.

Depectivamente denominado como “el hombre enfermo de Europa” por las potencias occidentales, el imperio otomano, en franca desventaja frente a la vertiginosa industrialización de los países poderosos de Europa, se mostraba en una situación de minusvalía geopolítica y militar para afrontar el reto que representaba la penetración de Francia y Gran Bretaña con el fin desmembrar los territorios que otrora formaron parte de su órbita de influencia y autoridad. Los fines militares de la alianza de Francia y Gran Bretaña, conocida como la entente, estaban decididas a extinguir el imperio otomano para controlar los recursos naturales y las rutas marítimas y terrestres que forman parte de naciones como Siria, Egipto, Irak, Líbano, Palestina e Israel, territorios que cuentan con abundantes reservas de petróleo y gas, pero que también son críticamente claves como rutas de paso comercial entre África, Asia y Europa en el espacio terrestre, así como con la costa oriental del mar Mediterráneo, el mar Rojo y cerca del océano Índico a través del paso del canal de Suez, que permite el rápido acceso del mar Rojo al Mediterráneo, previo paso a través del océano Índico por medio del estrecho de Adén en el extremo occidental de la península Arábiga, pasando cerca del extremo oriental del “cuerno” de África.

El imperio británico, en procura de conseguir una mayor conexión terrestre entre sus dos grandes posesiones coloniales como India y Egipto, le resultaba fundamental controlar territorios en el mundo árabe, lugar de paso fundamental de rutas comerciales que pertenecían en el contexto de la I guerra mundial al imperio turco-otomano, aliado de Alemania y los imperios centrales europeos, fundamentalmente el austro-húngaro. Con el fin de formar alianza con los líderes árabes, apoyaron sus aspiraciones de independizarse de los turcos, razón por la que Henry McMahon sostuvo un intercambio de correspondencia con el Jerife Hussein de la Meca para atacar militarmente a las fuerzas otomanas[2]. Esto ocurrió a partir de 1915 y continuó en 1916, cobrando protagonismo posteriormente el agente de inteligencia y oficial del ejército británico Thomas Edward Lawrence, que saltó posteriormente a la fama como Lawrence de Arabia, quien fungió como intermediario entre el ejército británico y las fuerzas árabes. El turbulento legado de la presencia de Lawrence, lo resume en su célebre obra “Los siete pilares de la sabiduría”, en la cual comentó sobre los árabes que:

“Eran muchachos simpáticos llenos de vitalidad y felicidad, contentos con hacer también felices a las mujeres y niños nativos con los que se encontraban, regalándoles cosas´, y más adelante Lawrence añadía, amargamente, que aquellos soldados caminaban hacia su muerte `no para ganar la guerra, sino para que el maíz, el arroz y el petróleo de Mesopotamia puedan ser nuestros´[3].

Iniciadas más adelante distintas operaciones de inteligencia y sabotaje, árabes e ingleses cortaron rutas de comunicación de ferrocarriles que transportaban vituallas y armas que debilitaron paulatinamente los suministros del ejército turco. Adicionalmente, la corona británica estaba al corriente de que en varias zonas del mundo árabe se conocía la existencia de yacimientos de petróleo, que comenzaba a convertirse en el recurso más importante del mundo para movilizar los principales medios de transporte, que incluye los distintos tipos de vehículos militares por tierra, mar y aire.

De esta manera, en un frente fuera del continente europeo, Francia y Gran Bretaña vieron la oportunidad de conquistar territorios que expandirían sus posesiones coloniales, aprovechando la debilidad militar del imperio turco-otomano para hacerse con el control de territorios en el “levante asiático”. Quedaba entonces buscar una fórmula para repartir el área de influencia de cada potencia, y fue así que en el mes de mayo de 1916 surgió el denominado Acuerdo Sykes Picot, que repartió la zona de influencia de Francia y Gran Bretaña de la siguiente manera: bajo control francés quedarían los territorios en los que actualmente se encuentran Líbano, Siria y la zona norte de la actual Irak, en la que se encuentra la ciudad de Mosul; mientras que bajo control británico quedaría el actual reino hachemita de Jordania, el centro y sur de Irak y Palestina. El control de estas zonas permitió a ambas potencias el acceso a la explotación de petróleo en Irak y por su cercanía con la península arábiga, en la que se venía descubriendo importantes yacimientos petrolíferos en el actual reino de Arabia Saudita, también les permitiría controlar la costa oriental del mar Mediterráneo y así evitar cualquier ataque al canal de Suez egipcio que, por su proximidad como punto de paso entre el mar Rojo y el mar Mediterráneo, que también conecta a través del estrecho de Adén con el océano Índico, con lo cual completaba el círculo marítimo del comercio internacional que tanto ambicionaba la corona británica.

Para alcanzar este ambicioso objetivo, las fuerzas británicas y francesas, sobre todo las británicas, buscaron aliarse con los árabes, fomentando y aprovechando sus aspiraciones separatistas del imperio otomano, para conseguir como objetivo central su independencia. Evidentemente, ni franceses ni británicos tenían en mente este objetivo, por ello firmaron el Acuerdo Sykes-Picot en secreto, siendo hecho público en 1917 tras el triunfo de la revolución rusa en octubre de ese año.
Tras conocerse el contenido de este acuerdo, lógicamente no pasó desapercibido, razón por la cual provocó molestia e incomodidad de los árabes, quienes vieron defraudadas sus aspiraciones nacionalistas e independentistas de crear un Estado árabe fuerte y unido que reflejara sus más sentidos anhelos. Tras culminar la guerra, el resultado posterior fue la colonización e influencia directa de estas potencias en las fronteras trazadas en el Acuerdo Sykes Picot, bien fuera mediante la administración directa de Francia y Gran Bretaña como metrópolis colonizadoras, o bien bajo la figura de “mandato” refrendado por la Sociedad de Naciones, primera gran institución internacional surgida con el objetivo de mantener la paz mundial tras finalizar la I Guerra Mundial y evitar que otra conflagración de esa naturaleza se produjera nuevamente.

Más adelante, la herencia de la presencia franco-británica durante tres décadas, fue la de disgregar las aspiraciones árabes en distintos Estados divididos y enfrentados entre sí, con fronteras artificialmente trazadas que generaron conflictos de larga duración entre los Estados árabes entre sí, y entre ellos y el Estado de Israel, que se erigió como la manzana de la discordia geopolítica en el mundo árabe, tras ver traicionadas las promesas de Francia y Gran Bretaña como aliados circunstanciales durante la I Guerra Mundial que, hasta el día de hoy, constituye, quizá, la consecuencia más duradera y de mayor impacto de esta conflagración fuera del continente europeo. Thomas Edward Lawrence, concluía en “Los siete pilares de sabiduría” sobre la trama de la guerra en esta parte del mundo que:

“Está hecha con la intención de que constituya la verdadera historia de un movimiento político cuya esencia fue el fraude, en el sentido de que sus dirigentes no creían en los argumentos con los que movían las tropas…` Y hablando con un amigo, declaró: Detesto tanto el asunto de Arabia que daría el mundo entero (si fuese mío) por borrar su recuerdo´”[4].

Para concluir, fuera de las trincheras de Europa, las consecuencias de la I Guerra Mundial aún hoy día se pueden palpar por el arbitrario trazado de fronteras en el mundo árabe, que obedeció a intereses geopolíticos, comerciales y estratégicos mediante el establecimiento de alianzas públicas y secretas que complacieron los intereses de las potencias vencedoras, de unos nuevos actores que entraron en escena, concretamente los judíos sionistas, cuyas aspiraciones fueron tomadas en cuenta a partir de 1917 tras conocerse la célebre “Declaración Balfour”[5] que derivó en la creación del Estado de Israel en mayo de 1948 y la traición de las promesas hechas a los árabes, quienes fueron de una manera u otra las víctimas de la trama de los intereses y compromisos asumidos por las potencias vencedoras y derrotadas en las inestables alianzas durante la I Guerra Mundial.

FUENTES

·                    Alem, Jean Pierre. Judíos y árabes (3000 años de historia). Ediciones Península, Barcelona, 1970.
·                    Cattan, Henry. El problema palestino en pocas palabras. Editorial Fundamentos. Madrid. 1978.
·                    Cattan, Henry. Palestina, los árabes e Israel. Siglo XXI Editores. México. 1974 (segunda edición).
·                    Laqueur, Walter. The Israel-Arab reader. A documentary history of the Middle East conflict. Penguin Books. Middlesex, England. 1970.
·                    Martínez Carreras, José U. El mundo árabe e Israel. El próximo oriente en el siglo XX. Ediciones Istmo. Madrid. 2ª edición. 1992.
·                    Martínez Carreras, José U. Los orígenes del problema de Palestina. Arco/Libros, S.L. Madrid. 1996.
·                    Naciones Unidas. Los orígenes y evolución del problema de Palestina. Primera parte: 1917-1947. Preparado por el Comité para el ejercicio de los derechos inalienables del pueblo palestino. Nueva York, 1978.
·                    Palestinian Academic Society for the Study of International Affairs (PASSIA). Sykes-Picot Agreement, 1916. http://www.passia.org/palestine_facts/MAPS/1916-sykes-picot-agreement.html (revisado el 21-5-2013).
·                    Simpson, Colin y Knightley, Phillip. La vida secreta de Lawrence de Arabia. Editorial Bruguera. Barcelona. 1975.
·                    Strausz-Hupé, Robert. Geopolítica. La lucha por el espacio y el poder. Editorial Hermes. México. 1945.




[1] Walter Laqueur (compilador). The Israel-Arab reader. A documentary history of the Middle East conflict. Penguin Books. Middlesex, England. 1970. The Sykes-Picot Agreement. pp. 29-33. En esta compilación documental se encuentra el texto completo del documento en las páginas indicadas. En el mapa anexo se puede apreciar claramente los territorios bajo control directo de cada potencia, así como las zonas de influencia.
[2] En 1937, varios años después de intercambiada la correspondencia entre Sir Henry McMahon y el Jerife Hussein de la Meca, el primero dirigió una carta al periódico “Times” de Londres el 23 de Julio, en la que quizo aclarar su interpretación de la correspondencia, tras las controversias surgidas a raíz del mandato británico en Palestina, cuando los intereses de británicos, judíos sionistas y nacionalistas árabes chocaron por controlar el futuro de Palestina: “Es mi deber, de una vez para siempre, declarar de la manera más formal y solemne que no tuve la intención de incluir a Palestina en la zona de independencia árabe cuando di garantías al rey Hussein”. Jean Pierre Alem. Judíos y árabes (3000 años de historia). Ediciones Península, Barcelona, 1970, p. 100. El texto de la correspondencia Hussein McMahon de octubre de 1915 se encuentra en la compilación referida en la nota anterior de Walter Laqueur en las páginas 33, 34 y 35.
[3] Robert Payne. Lawrence de Arabia. Editorial Bruguera, Barcelona, 1968. p. 76.
[4] Colin Simpson y Phillip Knightley. La vida secreta de Lawrence de Arabia. Editorial Bruguera. Barcelona, 1975, p. 267.
[5] El texto de la “Declaración Balfour”, que en esencia mostró la simpatía del gobierno británico en la creación de un Estado judío en Palestina, emitida en Noviembre de 1917, puede encontrarse en la obra de: José Martínez Carreras. Los orígenes del problema de Palestina. Arco/Libros, S.L. Madrid. 1996. p. 51.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario